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La plancha y la parrilla ofrecen una diferencia en su estructura y forma de tratamiento:
La parrilla permite una relación casi directa entre el fuego y los alimentos, y no resulta adecuada para las cocinas de gas. La ideal es la que dispone de barrotes gruesos.
En cambio, la plancha es una placa lisa que puede colocarse sobre las llamas de gas. Existe una tercera —intermedia entre ambas— sin ningún orificio, Lisa en la parte inferior y ondulada (imitando los barrotes) en la superior; se coloca como la plancha sobre el fuego de la cocina, y ofrece unos resultados bastante parecidos a los de la parrilla, con la ventaja de que recoge el jugo de la preparación.
Que tienen en común estos sistemas de asar? Que en todos ellos las superficies de fuego deben estar muy calientes, para evitar que el alimento se pegue al contacto con el metal, permitiendo que se forme esa costra exterior tan importante. Pasado ese momento, se puede reducir la intensidad del calor. Una gran ayuda son las láminas de papel de aluminio. A falta de una buena brasa, siempre pueden envolverse los alimentos en ellas y asarlos sobre la falsa parrilla o en el horno, consiguiendo unos resultados excelentes; por ejemplo, en las patatas, sardinas, chorizos y embutidos...
EL ARTE DE ASAR.
Asar a la parrilla un trozo de carne, un ave, un pescado o una pieza de caza consiste en cocer mediante la concentración del calor que penetra poco a poco hasta el punto central de la pieza que se esta cocinando. Es a P. Bocuse a quien debemos la anterior definición, es a P. Bocouse al que debemos el moderno renacer del arte de la parrilla.
En efecto, hasta no hace mucho y debido a perjuicios de índole cultural, el asado a la parrilla se ha solido considerar a veces como cosa primitiva que tenia su justificación el pasado pero que era impropia de los modernos usos culinarios. Al confundir lo elaborado con lo sabroso se ha solido despreciar muchas veces lo natural y lo poco condimentado.
Cuando la cocina se ha desnudado de perjuicios y ha recobrado su primera función de arte al servicio de lo saludable y lo natural, es cuando ha redescubierto la parrilla. El regreso a lo natural y a lo próximo que supuso el movimiento cultural y culinario encabezado por Bocuse retomo con fuerza el uso de la parrilla. Hoy todos los supremos oficiantes de la cocina se precian del uso de la parrilla. Las desnudas verduras asadas a la parrilla que la genialidad de Ferran Adria exhibe o el trozo de buey asado con sal gorda a la parrilla, de J.M. Arzak, son solo dos muestras de la técnica del asado recuperada y revalidada.
Describamos a continuación en que consiste el fundamental proceso del asado. Hemos dicho que el asar consiste en cocer mediante la concentración del calor. El calor penetra lentamente hacia el núcleo de la pieza asada y en dicho proceso de penetración los líquidos son desplazados y envueltos en una estructura soasada. Es decir, que por la acción del fuego se produce una especie de costra que retiene los jugos.
Tras este primer proceso, acontece otro en el que los líquidos se liberan y fluyen hacia el exterior, insinuándose por la superficie porosa de la costra asada. Entonces, la propia costra se reblandece ligeramente, tendiendo a disminuir su espesor para finalmente convertirse en una somera capa que rodea el palpitante núcleo asado.
A fin de que la costra del asado se forme regular y uniformemente es preciso que la fuente del calor afecte por igual a toda la superficie sometida al fuego; es requisito imprescindible para ello el que la brasa este incandescente y que las brasas ardan con intensidad uniforme. Las piezas bien asadas han de estar tostadas por igual por todas las caras. Las partes obscuras o quemadas son signos inequívocos de un asado no correcto.
En el asado y merced al doble proceso descrito, la parte exterior de la pieza asada se calienta por la acción directa de la fuente del calor, mientras que el interior se calienta por el sistema de conducción térmica.
Los distintos pasos de este proceso son empíricamente mensurables pero solo la experiencia y la atenta observación nos depararán los puntos idóneos, así como los modos y tiempos más adecuados.
La técnica del asado alcanza su grado máximo cuando esta se efectúa mediante el uso de las parrillas que permiten una adecuada regulación del calor así como la posibilidad de distintas distancias entre el fuego y la pieza a asar. Las parrillas que disponen los asadores, sociedades gastronómicas y restaurantes tienen unas dimensiones adecuadas para el asado tanto de piezas pequeñas como grandes. Disponen de un regulador de la distancia entre las brasas y la parrilla; llevan además incorporado un espetón giratorio accionado por motor. Estas parrillas que podemos designar como «profesionales» llevan incorporado un dispositivo de aire que permite acelerar la combustión del carbón vegetal a fin de disponer de brasas incandescentes en un tiempo breve. Y si importante es el mueble no lo es menos el combustible que proporciona el calor preciso para asar
COMBUSTIBLE PARA. ASAR
La calidad de las brasas determina absolutamente la calidad del asado.
El carbón vegetal es el mejor de los combustibles.
Aprox. a los 20 minutos de haber encendido el fuego aparece una capa blancuzca sobre el carbón. El carbón habrá alcanzado en este momento una temperatura de 200º C. aprox. y temperatura es susceptible de mantenerse durante bastante tiempo. Dependiendo del espesor de la capa de brasas la temperatura puede mantenerse constante entre 30 y 80 minutos con oscilaciones de tan solo 20° C.
Pero no solo con carbón pueden obtenerse brasas adecuadas para un buen asado. La leña de diversas especies es tambien un combustible optimo para el arte de la parrilla. Son óptimas las maderas de consistencia dura que aportan una brasa excelente. Destacan las maderas del abedul, la encina, el fresno, el enebro, el nogal y el aliso que producen unas brasas consistentes y aromáticas. Tambien aunque de menos calidad son aceptables las brasas del espino blanco, la retama, el plátano, el saúco y los sarmientos de la viva. Es menos apropiada la madera del olmo, el álamo, la acacia o el sauce. El castaño, el tilo y las distintas especies de pino producen brasas no adecuadas para el asado. Pueden tambien utilizarse las maderas de árboles frutales destacando entre ellos la madera del naranjo y del limonero. Estos combustibles tienen la virtud de impregnar al asado de los característicos aromas de dichas maderas.
Con el carbón vegetal tambien cabe el recurso a las hierbas aromáticas como el tomillo, el romero, la salvia, la lavanda y el enebro entre otras, que una vez secas pueden esparcirse sobre las brasas obteniendo de ellas todo el efluvio de su aroma. En el pasaje homérico del asado de la vaca que rememorábamos al comienzo de estas líneas, Néstor asperjaba con vino espumoso las brasas de la parrilla para obtener de ellas el aroma deseado.
Si al cabo de 20 minutos se obtiene las brasas del carbón vegetal, serán precisos entre 50 y 60 minutos si es la madera el combustible utilizado. Es preciso que tengamos en cuenta los tiempos de combustión de los distintos combustibles pues de lo contrario podemos incurrir en imprevisiones, demoras o apresuramientos indeseados que pueden incidir en la calidad del asado.
Los alimentos objeto de asado, nunca serán depositados en la parrilla antes de que las llamas de la combustión hayan desaparecido y en su lugar se disponga de una capa de ceniza blanca y uniforme. Habrán de rechazarse como combustibles no aptos las maderas resinosas y blandas, pues arden demasiado de prisa y chisporrotean demasiado. Estas maderas pueden utilizarse para el primer encendido del fuego pues arden con facilidad pero jamás habrá de asarse con sus brasas. Tambien han de excluirse los carbones vegetales excesivamente viejos y resecos, del mismo modo que la leña y el carbón afectados por la humedad; el excesivo humo que desprenden estos combustibles es nocivo para el asado.
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