El más popular de los dulces españoles es el turrón, del cual hay numerosas variantes que no son en realidad turrón genuino. El turrón está estrechamente relacionado con una fiesta religiosa, la Navidad, aunque su consumo intensivo dura precisamente desde la noche del 24 de diciembre hasta el 6 de enero.
Turrones de verdad y que tengan total y exclusivo derecho al nombre, sólo hay dos: el de Alicante y el de Xixona, en la misma Comunidad Autónoma de Valencia y provincia de Alicante.
Aunque de contextura muy diferente, en su fórmula antigua y ortodoxa, ambos están hechos con los mismos productos básicos, que no pueden ser más sencillos: almendra y miel.
Dos bases suficientes para poder asegurar que el origen del turrón puede ser muy anterior a lo que atestiguan los documentos escritos, alguno de los cuales remonta a los siglos XV-XVI. Podemos considerarlo incluso prerromano, si somos seguidores de la reflexión de un Lévi-Strauss, en sus estudios sobre el papel de la miel en las estructuras mitológico-culiarias de pueblos primitivos. Hallaríamos así, en el turrón, un legado de la alimentación en las culturas íberas y tal vez eso nos explicaría su relación, a través del tiempo, con una fiesta religiosa; la Navidad hoy, la de alguna divinidad ibérica ayer.
El turrón de Alicante es duro y en sus producciones más genuinas se hace con miel blanca y avellana o almendra.
El de Xixona, blando, pastoso y de bello color ocre tierra, es el resultado de una larga ligazón, removiendo la pasta, entre miel oscura y almendra molida. Uno y otro se expenden en pastillas cuadrangulares metidas en cajitas de madera de chopo, la mejor madera para este menester.
Hay otras muchas variedades de turrón, como el de mazapán y fruta confitada, o el de chocolate, o el de yema o el de “carbón”, es decir, de azúcar teñido de negro, que los Reyes Magos dejan la noche del 6 de enero a los niños que se han portado mal en el año anterior. Estas variedades, a menudo muy buenas, son más bien la consecuencia del enorme éxito del verdadero turrón, que turrón propiamente dicho.
Articulo de Xavier Domingo (1992)
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